El "Poder" de la música
Suele decirse que la música tiene el
"poder" de manipularnos y controlarnos. Si esto fuera cierto, el
determinismo skinneriano estaría en lo correcto al aseverar que no existe tal
cosa como la elección o la responsabilidad personal. La música, junto con los
demás "poderes" que se encuentran en nuestros entornos culturales,
recibiría un crédito que no es legítimo.
Best y Huttar abordan esto diciendo:
"El hecho de que digan --primitivos y
sofisticados por igual-- que la música, entre otras cosas creadas y culturales,
tiene poder es más una cuestión de la dislocación de prioridades que de ninguna
otra cosa".
Este tipo de creencias no solo estimulan una
"dislocación de prioridades", sino que también estimulan una teología
deficiente.
La Biblia nos dice que a principios de su relación,
David tocaba música para el rey Saúl. En una ocasión, lo que Saúl escuchó lo calmó,
y en otra ocasión los mismos sonidos lo enfurecieron. En realidad, sin embargo,
las reacciones eran decisiones de Saúl. No era pasivo; no estaba siendo
manipulado en ninguna ocasión por el "poder" de la música.
Gran parte del pensamiento contemporáneo adjudica
la culpa del comportamiento aberrante (mala conducta sexual, rebelión,
violencia, etc.) al supuesto poder intrínseco de la música para orquestar
nuestras acciones. Algunos extienden esto al punto de creer que la música es
una herramienta especial de Satanás, de forma que, cuando aparece este tipo de
comportamiento, él es el culpable. De nuevo, Best y Huttar ofrecen pensamientos
pertinentes. Escriben:
"En última instancia, la perspectiva
judeocristiana sostiene que el hombre está errado interiormente y que, hasta
tanto esté bien, pondrá la culpa de su condición afuera de él".
Reconozco que mi punto es sutil. Debemos tener
cuidado de no sugerir que la música no puede ser usada para propósitos
malvados. Pero debemos darnos cuenta de que el diablo incita a las personas que
usan la música; no asigna poder a la música misma.
La polémica actual entre cristianos con relación al
contenido rítmico de la música rock es un ejemplo de la tendencia de creer que
algunos estilos musicales son intrínsicamente malvados. Por ejemplo, Steve
Lawhead ha demostrado que la música de los primeros esclavos probablemente no
incluía mucha sustancia rítmica. Los dueños de las plantaciones no hubieran
permitido los tambores porque podrían haber sido usados para transmitir
mensajes de revuelta entre grupos de esclavos. Esta observación es fundamental
para el tema de la música rock, porque hay quienes aseveran que el ritmo
sincopado del rock es producto de los trasfondos africanos paganos de los
esclavos. En realidad, la música de los esclavos norteamericanos se centraba
alrededor de la ejecución del "banya", un instrumento similar al
banjo, y no de los tambores u otros instrumentos rítmicos.
La música rock no es intrínsecamente mala. No se
originó en un pasado pagano, y aun cuando lo hubiera sido, eso no significaría
que fuera mala. No obstante, dado que ha sido una parte destacada e influyente
de la cultura norteamericana durante varias décadas, exige la atención de los
evangélicos. La atención que se le presta debería comenzar por entender que los
problemas que forman parte del rock no residen en la música misma; residen en
las personas pecaminosas que pueden y suelen abusar de ella. Lo mismo puede
decirse de cualquier estilo musical, o de cualquier otra forma artística.
La calidad de la música
Hasta aquí he afirmado dos proposiciones con
relación a cómo los cristianos pueden responder a la música en su cultura: la
palabra "cristiana" es un nombre erróneo, y ningún estilo musical es
intrínsecamente malo. Si bien estas dos declaraciones son verdaderas, no dicen
nada acerca de la calidad de la música que escogemos que forme parte de nuestra
vida. Por lo tanto, mi tercera proposición es que la música debería ser
evaluada en base a su calidad. Una propuesta que incluye juicios de calidad
supone un desafío. A los evangélicos esto les resultará especialmente difícil,
ya que el tema de la estética no es una parte destacada de nuestra herencia.
Los evangélicos tienden hacia un pensamiento
perezoso cuando se trata de analizar la música de su cultura. En palabras de
Frank Gaebelein, "es más difícil ser un discriminador concienzudo que
apoyarse en una generalización total". Hay varios factores que
debemos sopesar si queremos tener un pensamiento discriminador.
Deberíamos centrar la atención en la música dentro
de la vida cristiana. Esto se aplica no solo a la música usada en la adoración,
sino también a la música que se escucha por radio, CDs, conciertos y otras
fuentes.
La falta de calidad es uno de los temas de quienes
escriben acerca de la música contemporánea de la iglesia. Harold Best dice:
"El contentamiento con la mediocridad como un supuesto portador de la
verdad surge como un importante obstáculo para la verdadera visión creativa
entre los evangélicos". Robert Elmore continúa en un vena similar:
"Hasta hay ministros que alimentan a sus
congregaciones con la sólida carne de la Palabra y, a la vez, rodean su
predicación con solo la leche desnatada de la música".
Si declaraciones negativas como estas son el
consenso entre quienes han dedicado una atención fervorosa al tema, ¿cuáles son
los contenidos de un modelo positivo? Las respuestas son numerosas. Solo
relataré algunas de las perspectivas de un pensador, Calvin Johansson.
La primera perspectiva se refiere al movimiento. La
música debe moverse:
"El principio aquí es que la música necesita
mostrar un fluir, un sentido general de continuidad, que va progresivamente e
irresistiblemente del principio al fin. La intención no es martillar y meter un
pulso musical dentro de la mente".
Este principio puede ser aplicado a la naturaleza
incesante del ritmo de rock que hemos tratado anteriormente. La segunda
perspectiva tiene que ver con la cohesión:
"La unidad es una atracción orgánica, una
calidad percibida que permea la composición tan plenamente que cada parte, no
importa cuán pequeña, está relacionada".
La tercera perspectiva tiene que ver con
"divergencias en distintos niveles . . . Sin diversidad solo habría igualdad,
una cualidad que no solo sería aburrida sino también devastadoramente
estática".
La cuarta perspectiva se centra en "el
principio de dominancia . . . Cierta jerarquía de valores se adopta por el
compositor en la cual rasgos más importantes son destacados por sobre otros
menos importantes". La quinta perspectiva muestra que "cada
componente que forma parte de una composición necesita tener un valor
intrínseco por sí mismo . . . La música demuestra verdad al tener cada parte de
la composición valor propio".
Estos principios contienen ideas que el que no es
músico podría encontrar difíciles de entender. Por cierto, la mayoría de
nosotros no estamos acostumbrados a usar el lenguaje para discutir la calidad
de la música que escuchamos, más allá de decir si nos "gusta" o no.
Pero si vamos a evaluar la música de una cultura más amplia con precisión,
debemos poder usar este tipo de lenguaje para evaluar la música dentro de
nuestra propia subcultura. Debemos buscar calidad aquí.
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